El Oro riojano
28 de noviembre de 2015
Febrero Riojano Bonarda 2015 ganó Medalla de Oro en el concurso de VinoSub30. Entrevistamos a Nico Rizza, el enólogo de la bodega de Aminga que tiene a cargo la realización de este vino emblemático de la Costa Riojana.
Textos: Dumas.
El enólogo mendocino Nicolás Rizza nació en Guaymallén pero se crió en Godoy Cruz. Hace muchos años, cuando era el más alto de la fila en la escuela deliraba por el softball y el family game y ni soñaba con la Enología. Pero en el festejo de su cumpleaños número 18, su vida cambió: le dijeron que ya era momento de probar una copa de buen vino. Ese hecho trascendental lo convirtió en mayor de edad y le marcó el rumbo de lo que sería en el futuro: Enólogo.
"Comencé mis estudios en la Universidad Maza y los terminé en la Universidad Tecnológica Nacional de Mendoza. Mi primer interés fue la Química, pero en tren de darle una orientación descubrí en la Enología una disciplina en la que profundizar y llevar a la práctica mi pasión por la Química", cuenta Nico mientras abre una botella de Febrero Riojano Bonarda, el vino con el que acaba de ganar Medalla de Oro en el concurso de VinoSub30 organizado por ArgentineWines.
Encontramos a Nico en la casa familiar de Godoy Cruz, Mendoza, adonde llegó por unos eventos de promoción del vino riojano y de paso visitar a la familia que siempre lo espera para compartir un almuerzo.
"Cuando me enteré del premio sentí una profunda emoción. Es el premio al esfuerzo de todo un equipo de trabajo en el que me siento muy contenido y con libertad para expresar. Porque el vino es eso: expresión pura. Los aromas, los sabores que conforman un vino son tomas de decisiones diarias que tienen que ver con sensaciones que uno reconoce en el consumidor y las puede expresar en la realización de un producto tan noble como es el vino".
-Febrero Riojano es un vino ya instalado en el gusto del consumidor. ¿Cómo hizo para mantener esa línea y que el público siguiera reconociendo en la versión 2015 el mismo vino que ya conocía?
-Eso fue parte del desafío. Tenía que igualar un producto de muy alto nivel y que a la gente le gusta mucho, pero por suerte conté con todo el apoyo de la bodega y eso me permitió conservar la calidad y mantener el estilo de Febrero Riojano. Por supuesto que conté con el asesoramiento inestimable de Marcelo Moreno, un enólogo que lleva años en la zona y que conoce mucho del potencial que tienen las uvas de este lugar.
-Cuál es la característica del suelo del Valle de Aminga y cómo influye eso en el vino que usted hace?
Una de las características principales de este valle es que el suelo cuenta con un excelente drenaje, lo que nos brinda la posibilidad de controlar la humedad que necesita la planta. Esto permite efectuar el estrés hídrico adecuado y necesario para lograr que las raíces profundicen y se alimenten de diferentes nutrientes. Esto, a la vez, evita la proliferación de yuyos y como consecuencia disminuye la cantidad de enfermedades. Nos encontramos a 1.400 metros sobre el nivel de mar lo que implica una gran amplitud térmica (días cálidos y noches frescas) esto es ideal para que la planta genere mayor cantidad de polifenoles. Éstos compuestos químicos son los que intervienen en las características aromáticas del vino. La gran cantidad de horas que las plantas permanecen expuestas al sol hace que las mismas, para proteger el fruto, aumenten la cantidad de polifenoles, entre ellos los antocianos, que son los encargados de definir la intensidad y el matiz de color de los frutos y, por consiguiente, del vino. Por otra parte, la excelente calidad de vientos con que contamos en la zona donde se encuentran los viñedos permite la sanidad de las plantas a la vez que interviene en la poca exposición a tormentas que afecten a los frutos.
Nicolás Rizza, recibe a diario cientos de personas que visitan la bodega de Aminga para conocer su funcionamiento y su historia. Es sabido que esta bodega que estuvo cerrada alrededor de 40 años y se reabrió hace algo más de 4 años como parte de un proyecto de reactivación industrial en la provincia, tuvo su protagonismo en una época de esplendor vitivinícola. Mucho antes de que a finales de los 80 los productores locales se volcaran al olivo y a los nogales, cultivaban gran cantidad de uva que en forma de cooperativa molían en esta bodega y producían excelente vino. Era una época en la que entrar en Aminga era ver un pueblo en movimiento, un tiempo en que todo era más artesanal y todo lo que se producía tenía esa característica.
"Nosotros de alguna manera continuamos con esa tradición", nos explica Nicolás. "Hacemos un vino pensado para el paladar exigente de nuestros consumidores con un tratamiento casi artesanal. Esto es que al no producir cantidades excesivas de vino podemos controlar el producto de manera cercana, paso a paso. No necesitamos vaciar piletas para que entren nuevos vinos. Tampoco necesitamos apurar, por ejemplo, el proceso para producir más o generar espacio en la bodega. No. Nosotros hacemos un vino al que cuidamos, te diría, casi como a un hijo. Le damos a cada parte del proceso el tiempo que necesita y el que consideramos que debe tener para que se convierta en el vino que pensamos. No estamos obligados a tomar compromisos rápidos para llenar las góndolas. Aquí trabajamos de manera anticipada y pensando en equipo todos los pasos. Desde el tratamiento que se le da a la uva en la finca hasta cómo llega a la molienda pasando por todos las etapas. La elección de las botellas en que se fracciona el vino, las etiquetas, los tapones, las cápsulas, las cajas, todo está pensado de antemano y se encuentra disponible en la bodega con tiempo para disponer de todo lo que se necesita en el momento en que se necesita. No dejamos escapar ningún detalle. Hasta la estrategia comercial y de marketing del producto está seriamente elaborada y controlada por el equipo de trabajo. No dejamos nada librado al azar y eso se traduce en un producto final pensado, cuidado y sin sorpresas".
La bodega de Aminga es una de las pocas bodegas de la zona que se puede visitar y conocer por dentro rincón por rincón. Además forma parte de la historia cultural de La Rioja. En aquella época de esplendor costeño, hubo un poeta amingueño, Julio César Bazán, que escribió unos versos que se transformaron en la Zambita pa' Don Rosendo. Esto en homenaje al hombre que manejaba el carro que repartía uva en las bodegas de la zona. Esa zamba fue inmortalizada por Jorge Cafrune y llevó a Aminga y sus bodegas a la fama.
-¿Cuál es la proyección que hace sobre el futuro de la bodega de Aminga?
En estos momentos estamos trabajando en una línea más concentrada en la que interviene la madera y que busca llegar a un mercado de consumidores exigentes que buscan vinos más estructurados. En pocos meses verá la luz un blend de está línea que dará mucho que hablar. Para la cosecha 2016 ya venimos trabajando desde la finca para sumar un Malbec y un Bonarda de estas características. El futuro es hoy, así que no nos detenemos ni un segundo en la búsqueda de la calidad.